La sociedad siempre tiende a colocar censura sobre todo. Y lo
más irónico, es que las cosas que en realidad deberían prohibir, son las que se
hacen a plena luz del día.
Muy curioso, de hecho.
Un clásico ejemplo es la censura de los cuentos de hadas.
Oh, los cuentos infantiles. No siempre terminaban con un final feliz. Es más,
nuestros antepasados sabían que la mejor manera de enseñar algo era demostrar
las peores consecuencias. Las más realistas.
La sirenita nunca se casó con su príncipe, la bella
durmiente despertó para descubrir a sus dos hijos producto de una violación
durante su hechizo. La malvada madrastra de blanca nieves bailó una danza
macabra sobre placas de hierro hasta morir.
Por citar algunos ejemplos.
Y claro, tenemos el cuento de Caperucita Roja. Aquél que te
enseña la suma importancia de obedecer a tus padres. Porque ellos siempre
tienen la razón… o casi siempre.
Katzenbach nos lleva de la mano en una versión moderna de la
historia, una con un final diferente al que todos conocemos. Porque esta vez no
vendrá un heroico leñador introducido en la trama por los adaptadores de Disney
para salvar a la víctima.
O en este caso, a las víctimas.
Tres mujeres, tres pelirrojas, tres caperucitas. Un lobo
feroz, viejo y astuto, con más experiencia de la que cabría esperar. Es como
una carrera a ciegas para estas tres pelirrojas, tratando de escapar de unas
garras invisibles que les rasgan la espalda a cada paso que dan, en este bosque
del cual no saben nada. Pero que el lobo, oh, conoce tan bien.
¿No se han dado cuenta de la extrema morbosidad del lobo
feroz? Pudo haber matado a la niña en cualquier momento. Pero supongo que así
como disfrutaba el golpe final, también se deleitaba por la caza y el olor a
miedo que desprendía la presa antes de ser atrapada.
Sus vidas, que de hecho no eran perfectas, dan un giro que
las lleva inexorablemente hacia su enemigo. ¿Podrán acercarse lo suficiente
hasta decir ‘Qué dientes más grandes tienes’? O serán engullidas sin haber
siquiera visto quién se ocultaba debajo del camisón de la abuela.
Ahora, la opinión personal.
No puedo decir que me fascinó. Es, de hecho, una de las
historias más pasivas que he leído de este hombre. Me refiero a la parte de la
violencia y acción.
Porque la parte psicológica siempre te sume en una deliciosa
angustia.
El desarrollo no fue en sí la gran cosa, admito con pesar.
Pero la riqueza de los detalles es encantadora, es como si te pusieras la piel
del lobo o la capa roja y jugaras un rato dentro de la historia.
Lo que me cautivó del libro fue su final. Tan diferente a
sus demás obras. El concepto de una muerte por incertidumbre me pone los pelos
de punta. No diré quién murió, no podría arruinar el final. Y su forma de
enfocar todo esto en esas últimas líneas, te hacen sonreír y al mismo tiempo
tener lástima.
Un buen libro para disfrutarse por partes.
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