He estado pensando en ciertas cosas desde hace un tiempo,
pero no me había propuesto expresarlas.
Digamos que, en numerosas entrevistas, artículos y
opiniones, he visto lo mismo.
Que Mars no es la gran cosa, su música no es tan innovadora
y que no se complican la vida con piezas complicadas. Alegan que los coros son
una forma más de engatusar a la gente, de cautivar a las masas. Que sus letras
son comunes y nada cerebrales, perfectas para que todo mundo se “identifique”.
Claro, no voy a armar un lío por lo que los demás piensen,
opiniones se respetan, y para gustos los colores. Además, como sabemos, esto no
es para todos, sólo para aquellos que lo entienden. Para los que deciden creer.
Oh, y llegamos a la parte favorita de todo aquel que osa
profanar a nuestra adorada banda. La causa por la que muchos la desprecian sin
haber siquiera escuchado un álbum a profundidad, por la que no le dan una
oportunidad descartándola tan pronto como averiguan que personaje está detrás
de todo esto.
Y sí, me refiero a la mente creativa. Al niñato de la cara
bonita. No tan pequeño, de hecho, pero algunos creen que el proyecto es tan
poca cosa que ni se molestan en investigar a fondo.
Me encanta leer como la gente se explaya hablando de cómo
nos maneja, como si fuéramos sus pequeños soldaditos de juguete, el “ejército de mars” en la palma de sus adorables manos. En cierto artículo noté como insinuaban (no es difícil leer entre palabras) que el Echelon era un grupo
de freaks, obsesos, poco amigables y cerrados al mundo. Que parecíamos una
pequeña mosca atraída por una única luz que al final de todo terminaría
quemándonos.
Las estrategias del frontman son calculadas minuciosamente,
un tweet por aquí, una publicación por allá. Un videochat y quizá hasta una llamada
telefónica. Lo suficiente como para hacernos creer que de verdad se interesan
por nosotros, que somos parte de su “familia”.
¡Pura mercadotecnia! El dinero mueve al mundo, ¿cierto?
Y siempre termino sonriendo, porque por una parte (una muy pequeña), es
cierto.
Claro, no culpo al hombre, es su trabajo. Probablemente, si
yo fuese él, no arrojaría mi esfuerzo y tiempo a la basura.
Pero la gente no entiende, nunca entenderá, la extraña
relación, el amor retorcido que fluye entre nosotros incansablemente.
Siempre he comparado a los chicos con la simbología de la banda.
Creemos en ella, en cada símbolo, cada runa, cada logo. Sabemos sus
nombres, los plasmamos en cualquier parte. Defendemos su credibilidad y
tratamos de darlos a conocer al mundo.
Los amamos tanto y nos identificamos con ellos de tal forma
que, inclusive, los llevamos en la piel. Grabados invisiblemente en nuestras
mentes y corazones.
Y sin embargo, no sabemos nada.
Podemos conjeturar acerca de su origen, quizá llegando a
estar casi seguros de todo lo que se oculta detrás de ellos.
Pero no es cierto, nunca los conoceremos en realidad. Dime,
¿hay una sola persona que te conozca a profundidad? Que sepa cada uno de tus
secretos, tus miedos, sentimientos.
¿Ni una?
Bueno, lo entiendo. Cada uno de nosotros es un misterio en
sí.
Ustedes dirán “muy bien, ahora que ya me hiciste enojar y
has dicho todo eso de Mars, ¿cuál es tu punto?”.
Bien, lo que sucede es que no querría que fuese de ninguna
otra forma.
Una de las cosas que me han enseñado estos hombres, más allá
de luchar por tus sueños, de no temer a ser quien eres, de atreverte soñar lo más alto que
puedas, a volver a levantarte aún después de haber caído tantas veces que te
sea difícil recordar cuántas…
Es a confiar en alguien.
Y no sólo aquella confianza condicionada, sino una pura,
hermosa, vibrante fe ciega.
¿Por qué he sido Echelon todos estos años? ¿Por qué lo han
sido ustedes?
¿Cómo se han hecho hermanos y hermanas de gente que ni
siquiera conocen?
Lo más preciado que tenemos es, precisamente, esa
seguridad de que, sin importar el género, idioma, nacionalidad, edad, raza ni
cualquier otra etiqueta que se pueda asignar, nosotros NUNCA lastimaríamos a otro miembro de la familia.
Sabemos que siempre estaremos allí, brindando nuestro apoyo, ya sea con
acciones, palabras, o simplemente dando nuestros mejores deseos.
Y que nuestros ídolos, el corazón de todo este sistema,
también estarán para nosotros. Y aunque no conozcan a cada uno en particular, siempre
tomarán un poco de su tiempo, una pequeña parte de su vida y la compartirán con
nosotros. Tendrán las puertas abiertas para todo aquel que decida dar el primer paso a un recorrido para el cual, si en verdad crees, no hay marcha atrás.
Una vez que te das cuenta de eso, es algo indescriptible.
Algo que no está englobado en un concepto, ni una lista de
requisitos, ni una colección de cd’s y mercancía.
Es, más bien, un sentimiento.
Una única, enorme sensación, que te hace sentir pleno. Que crece y arde dentro de ti
hasta tiene que salir irremediablemente, haciendo que tus labios se
abran y susurren
I AM THE ECHELON
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