miércoles, 25 de junio de 2014

Todo es mejor con un beso

Autor: Shinsolo
Traducción: Mafe Jeevas
Datos originales del trabajo
Clasificación: Madura
Categoría: M/M
Parejas: Shannon Leto/Tomo Milicevic
Personajes: Jared Leto, Shannon Leto, Tomo Milicevic.
Publicado: 2013-07-06

Notas originales del autor
Resumen: “Todo es mejor con un beso”, dijo mientras abordaba el tren, solo. “Deja que este viaje sea el tuyo.”

Notas del traductor

Esta obra le pertenece a la escritora ya nombrada, a la cual le agradezco el permitirme traducir sus historias. Su trabajo original puede ser encontrado en el enlace siguiente. Los invito a visitar el sitio y dejar un comentario acerca de lo que opinan, sería un gran apoyo para dicha persona.



Este escrito es enteramente ficción y no tiene otro propósito más que el de entretener a las personas que disfrutan de ello. Los personajes implicados en la historia son sumamente respetados, y el objetivo de esto nunca ha sido ni será el ofenderlos de ninguna manera.

P.D. Siento alterar demasiado el título (para mi gusto), pero pensé que quedaba un poco menos fuera de lugar que su traducción literal.



--o--



Había sido Jared el que sugirió que tomara el viaje. Había sido Jared quien hiciera los arreglos. El reservó el hotel. Compró mis boletos del tren. Se había cansado de tenerme viviendo en su sofá y llorando por ella hasta quedarme dormido. Me dijo que me haría sentirme mejor y olvidaría lo de la ruptura, que me ayudaría a superarlo.

Una semana después estaba en la estación de trenes, con mi bolsa al hombro y boleto en mano.

“Todo es mejor con un beso,” dijo mientras abordaba el tren, solo. “Deja que este viaje sea el tuyo.”

Recuerdo haber ido a mi compartimiento en una especie de letargo. Una nube se había postrado sobre mí desde el día en que la descubrí en la cama con alguien más, y había permanecido allí, sin moverse y creciendo constantemente desde que me dijo que lo amaba más de lo que podría amarme alguna vez. Este viaje era el definitivo. Se llevó toda la esperanza a la cual sujetarme que pudiese haber quedado.

El compartimiento estaba vacío cuando abrí la puerta y tomé asiento. Dejé mi bolsa a mi lado. Todo parecía una mala copia de Harry Potter. La única diferencia entre este compartimiento y los de la película era el esquema de colores menos alegres y la falta de una puerta transparente.

Jared me había advertido que podría tener otros pasajeros en mi compartimiento, pero el tren pronto comenzó a avanzar y aún seguía solo. Ajusté mi chaqueta a mi alrededor y me recosté en el asiento, mi bolsa haciendo de almohada. En un par de minutos el suave meneo del tren me había sumido en un sueño profundo. Y por primera vez en más de un mes, mis sueños estuvieron libres de su rostro.

No sé cuánto tiempo estuve dormido, pero cuando comencé a retomar la consciencia, noté con cierto sobresalto, otra presencia en el lugar. Ya no estaba solo. Había alguien más en mi compartimiento, alguien que me miraba dormir con tal concentración que lo confundí al principio con un maniquí o algo así.

Lo primero que me atrajo de él fue que me recordaba a ella. A decir verdad, parecía como si fuera su hermano gemelo. Sus mechas largas y oscuras eran del mismo largo que las de ella la última vez que la vi. Sus ojos también tenían la misma forma, sólo un poco más pequeños y con un tono café más ligero.

“Siento si te desperté,” dijo cuando notó que lo estaba mirando. “Llegué tarde y te veías tan tranquilo durmiendo que no quise despertarte. Así que dejé que durmieras. Te ves lindo cuando lo haces.”

“Oh… no me despertaste,” me las arreglé para responder aunque su comentario me había tomado desprevenido. “Soy Shannon, por cierto.” Él sonrió y despejó el cabello de su rostro.

“Tomo Milicevic” dijo, tendiéndome la mano.

Regresé el gesto. El frío de su mano me tomó con la guardia baja. Fue en ese momento que noté que no vestía un abrigo o chaqueta de ningún tipo. Su camisa gris de manga larga estaba descolorida y manchada con blanqueador. Sus jeans eran delgados y estaban rotos en ambas rodillas. No tenía calcetines, sólo un par de usados converse, una parte de su pie izquierdo se hacía visible donde el zapato comenzaba a romperse.

“En el norte de Nueva York hace bastante frío en febrero,” dije mientras lo observaba. “Necesitarás ropa más abrigadora si planeas dejar este tren.”

“¿Es allí a donde te diriges?” Me preguntó, ignorando completamente el resto de lo que había dicho.

“Sí. ¿Qué hay de ti?”

“Al norte de Nueva York,” respondió con monotonía.

Sacó un viejo libro de su bolsillo trasero. La tapa del libro se había caído y las páginas estaban amarillas por el tiempo. Y por lo que pude leer en la página del título, no era la clase de libro que podrías encontrar en audio cassette. De hecho, El Jardín de los Placeres Salvajes de la Amante, parecía más el título de una película porno que había visto, que el título de una novela.

A cada página que pasaba, su cuerpo parecía desprender más calor. Y para el momento en que terminó el primer capítulo, no podía quitarle los ojos de encima.

Presionó sus labios y comenzó a jugar seductoramente con su labio inferior, atrapándolo entre sus dientes. Cada cierto tiempo, pasaba su lengua sobre la hilera de dientes superior o inhalaba bruscamente mientras cruzaba o descruzaba sus piernas. Ocasionalmente, un gemido se escapaba de su hermosa boca.

La primera vez que me atrapó mirándolo, simplemente sonrió y estiró su mano hacia mí, como si me estuviera invitando a unírmele, pero lo rechacé. Jared habría esperado que tuviera un par de relaciones de una noche durante estas vacaciones. Lo consideraba parte de mi renacimiento en el mundo de las citas, pero yo sabía que acostarme con un sujeto al azar que conocí en el tren no era muy seguro. Pero para mi sorpresa, eso no impidió que lo dejara sacarme de mi asiento un par de minutos después y me empujara contra el piso alfombrado.

Su boca atacó hambrientamente la mía en el momento en que me rendí a él. El libro que había estado leyendo reposaba junto a mí en el piso y podía sentir su erección presionando contra mi pierna. Pero no era el único, mi miembro había comenzado a endurecerse en el interior de mis jeans.

Sus manos eran como hielo y el interior de su boca era la única parte cálida de su cuerpo. Sabía amargo, con un regusto que sólo podría ser descrito como el resultado de una docena de mamadas acumuladas a lo largo de varias semanas mezcladas con un mes sin lavarse los dientes y consumiendo comida mala de Nueva York. Pero en el calor del momento, no me molestó; y si acaso, funcionó como un exótico afrodisiaco para encenderme aún más.

Tomé su seductor cabello en un puño y lo usé para acercarlo aún más. Nunca había querido tanto algo como lo quería a él en ese momento. Toda lo lógico me decía que lo que hacía era incorrecto, pero no había escapatoria a lo que habíamos empezado.

Sus manos hábiles abrieron mi cinturón en cuestión de segundos y pronto mi miembro estaba totalmente expuesto ante él. Me tomó de la camisa, jalándola lo suficiente para morder mi clavícula. Podía oír mi piel siendo rasgada por sus dientes mientras mordía con suficiente fuerza para hacer que esta sangrara y dejara moretones en mi garganta. No importa cuántas veces traté de recordarme que las paredes del compartimiento del tren eran más delgadas que las de cualquier motel barato, no pude contener los gritos y gemidos que salían de mi cuerpo.

Un gruñido profundo y primitivo salió de su garganta. Ya tenía los pantalones a la altura de los tobillos, y antes de que pudiera entender lo que sucedía, me colocó a la fuerza sobre mi estómago. Mis sentidos fueron agobiados por la esencia del detergente de aspiradoras y spray desinfectante mientras mi cara era enterrada en la pútrida alfombra color vino.

Percibí el inconfundible sonido que hizo cuando escupió en su mano, seguido de sus claras instrucciones de apoyarme en mis rodillas y abrir las piernas. Introdujo uno de sus dedos con saliva en mi trasero, la única preparación que recibiría, y alineó su miembro con mi entrada.

Aunque entró más despacio de lo que había esperado, el dolor seguía siendo insoportable. Quemaba como fuego y abarcaba mi estómago. Por un momento pensé que vomitaría, pero tan pronto como el dolor alcanzó su punto más alto, se fue sosegando. Tomo mordió mi hombro. Asumí que era su forma de preguntar si podía continuar.

“¡Sólo hazlo!” Susurré apretando los dientes.

Soltó una risa maliciosa mientras se reposicionaba detrás de mí y comenzaba a impulsarse dentro y fuera de mi trasero. Cerré los ojos y mordí mi labio inferior para tratar de ignorar el dolor. Sería sólo cuestión de tiempo antes de que el placer opacara al dolor. Sólo tenía que arreglármelas hasta entonces. Mis dientes rompieron el tejido blando de mis labios y el sabor metálico de la sangre llenó mi boca. Cada estocada hacía que mis rodillas dolieran aún más al ser presionadas contra el piso alfombrado.

Gimió cuando aceleró el ritmo. Su respiración era agitada. Presioné las palmas de mis manos contra el piso y comencé a encontrar sus movimientos con los míos. Eché la cabeza hacia atrás y mi cuerpo comenzó a temblar cada vez que su miembro me llenaba.

Mordió mi espalda, arrancando la piel mientras embestía contra mí, y no pude evitar gritar mientras el placer y el dolor se mezclaban en mi interior. Cubrió mi boca con su mano para ahogar mis gritos, después envolvió la otra alrededor de mi erección palpitante.

Podía sentirlo temblar cada vez que empujaba en mi calidez, y sabía que no podría resistir mucho tiempo más. Comenzó a mover su mano de arriba abajo sobre mi miembro, en sincronía con sus embestidas.

La pequeña ventana del compartimiento era la única forma de ver su rostro. En el tenue reflejo, observé como abría su boca y sus ojos se ponían en blanco. Un par de segundos después explotó en mi interior, fui llenado por su cálido simiente, que se derramó de mi trasero cuando se separó.

Sus manos seguían sobre mi miembro y su orgasmo no parecía impedirle en lo más leve el realizar su trabajo. Incrementó su velocidad gradualmente y ajustó su agarre. En minutos me había venido en su mano, gimiendo algo inaudible.

Nos recostamos en lados contrarios del piso del compartimiento mientras nos recuperábamos, sin hablar ni tocarnos. Me quedé dormido por lo que parecieron un par de segundos, pero debió haber sido más tiempo, porque cuando abrí los ojos el tren ya estaba disminuyendo la velocidad y preparándose para detenerse en mi destino, y Tomo se había ido. El único indicio de que había estado allí era una hoja de papel que parecía haber sido arrancada el libro que había estado leyendo. Escrito en la parte superior de la hoja se hallaba un número telefónico con código de área de Nueva York y las palabras “En caso de que quieras un faje.”

Reí y recogí mi bolsa, metiendo la página rota en uno de sus numerosos bolsillos.

Para ese entonces, los otros pasajeros del tren habían empezado a emerger de sus compartimientos. Uno de los auxiliares del tren golpeó ligeramente la puerta de mi compartimiento y anunció que ya era casi hora de mi partida.

La puerta se abrió con un ruidoso chillido. Lo escuché con asombro, sorprendido de que Tomo lo había abierto no una, sino dos veces sin despertarme.

“Disculpe señor,” pregunté a otro asistente que encontré en el estrecho pasillo. “¿Usted vio a dónde fue el otro joven que viajaba en mi compartimiento?”

“Lo siento señor, pero usted tenía un compartimiento privado. No debería haber nadie más con usted.” Respondió, levemente confundido.

“Oh… ¿no había?” Hablé para mí mismo.

“Bueno, no debería, al menos.” El hombre respondió, su voz levemente preocupada.

Sonreí y negué con la cabeza.

“No se preocupe por ello. Probablemente era otro de los pasajeros gastándome una broma.” Dije tratando de asegurarle que todo estaba bien.

Me miró con extrañeza antes de agradecer y despedirse para ayudar a otro de los pasajeros.

Cuando bajé del tren creí ver a Tomo por una fracción de segundo entre la multitud. Pero si era él, lo perdí de vista en el momento en que lo encontré.

No había llegado aún al hotel, y ya había tenido mi primera aventura. Antes de hoy no lo habría ni siquiera considerado, pero por alguna extraña razón, no me remordía la conciencia. De hecho, me sentía mejor que nunca.


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